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Córdoba y algo más que su Mezquita

Visitar Córdoba siempre es un placer, en este caso es un remanso de paz tras nuestras ajetreadas vacaciones en Marruecos.

La primera vez que visité Córdoba también lo hice en autocaravana, aquella vez de alquiler, y aunque la experiencia con el vehículo no fue la mejor de todas, míranos ahora, unos viajeros enamorados de nuestra casa con ruedas.

Lo dicho, aquella vez estuvimos en el camping El brillante. Ubicado en la parte moderna de la ciudad, bien conectado con línea de autobús. Y “sólo” vimos la mezquita y el alcázar. Esta vez queríamos ver más. Queríamos sentirnos turistas pero también cordobeses, queríamos tener un grato recuerdo de nuestro paso por la ciudad califal. Llegamos de noche, con lo poco que nos gusta llegar así a las ciudades que no conocemos. Cansados, el GPS nos daba un lugar pero no veíamos la entrada al parking por ningún lado, el descampado que aparecía ante nuestros ojos no era el más adecuado para dormir.

Por fin, tras recorrer la Avenida de los Custodios de arriba abajo, llegamos a la barrera del parking: N 37º 52′ 28,4» / W 4º 47′ 12». Allí había por lo menos 25 vehículos entre autocaravanas y campers. Espacios amplios para aparcar, con algunos árboles, con vaciado y llenado de aguas. 11€/día y vigilancia. Y lo más importante, se veía la puerta de Sevilla desde la ventana de la cocina. Estábamos pegados al centro histórico. Ya teníamos algo distinto a la última vez. Además de tener dos niños en vez de uno, como entonces.

Callejear por Córdoba, es curiosear sus patios. Patios interiores, con vegetación en tiestos que cuelgan en las paredes y que junto con algunas fuentes o pozos, dan un frescor a la casa, que te quedarías allí a vivir. En mayo se celebra además el concurso de patios cordobeses, como relata en uno de sus artículos el blog ACmosLoQueNosGusta, por lo que cuando estuvimos nosotros los estaban engalanando para tal evento. Estaban realmente preciosos.

Los Patios del barrio de San Basilio son los más auténticos, no dejéis de verlos. Así como algunas fachadas que también compiten en otra categoría como son las rejas, hay ventanas enrejadas llenitas de flores, tiestos y plantas. Si tenéis la oportunidad de visitar las Caballerizas Reales, os lo recomiendo.

A mí, que me encantan los caballos, me hubiera gustado quedarme un día más, para ver de cerca ese baile entre persona y animal. Para sentirnos realmente turistas, nos montamos en una calesa. Nos tocó un simpático cochero. ¡El rubio! Como los míos. Y nos estuvo explicando con mucho salero diferentes calles, monumentos, iglesias, palacetes. Nos recomendó un lugar donde comer, una bodega,  La Bodega Campos. Un santuario donde recorrer sus pasillos, y maravillarte con sus patios interiores, así como deleitarte con sus manjares. Veníamos de Marruecos, y nuestros hijos fueron lso encargados de elegir los platos del menú:

  • Plato de jamón ibérico.
  • Salmorejo cordobés.
  • Arroz de rabo de toro.
  • Tarta de queso, coulant de chocolate.
  • Maridado con copas de vino blanco elaborado en sus barricas. Ellos con agua claro.

No tienen mal paladar los chiquillos, no. Eso sí, no les des menú infantil que te lo echan a la cara, pero eso será motivo de otro post, más gastronómico.

Tras el homenaje gastronómico fuimos a visitar la mezquita. Nunca me cansaré de visitar este monumento. Menos mal que los que vinieron detrás no les dio por destruirla. Menos mal que tuvieron el ojo de dejarla para que ahora podamos admirar esa maravilla. 10€/adulto que bien los merecen. Pasear por sus jardines y subir a la torre del campanario si hay disponibilidad. Para poder tener unas vistas completas de Córdoba.

El puente romano de Córdoba, también llamado el de Ikea según nuestro cochero rubio, por todas las remodelaciones que tiene, cruza el Guadalquivir y te lleva a la torre de la Calahorra.

Seguramente habrá más cosas para hacer en Córdoba, como visitar los baños árabes o el zoo. Pero a nosotros nos bastó volver a recordarla y saborearla para sentirnos realmente de vacaciones. Además la ventaja de viajar con tu casa a cuestas es que tú pones los horarios, tú marcas el próximo destino, y decidimos viajar slow entre los olivares que bañan e inundan la carretera que sube hacia Jaén. Kilómetros y kilómetros de aceituneros que darán ese oro líquido a partir de noviembre y que es la aceitera de Europa.

Volvíamos de Marruecos, y su paisaje nos recordaba un poco a aquel país. Y mientras admirábamos el paisaje íbamos recordando anécdotas, y pensando en próximos destinos. Porque nunca dejamos de viajar con nuestra casa con ruedas.

Créditos de las imágenes: BidaiOn

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