fbpx
InicioBlogVivir en una autocaravana

Vivir en una autocaravana

Todos los autocaravanistas, con alguna edad, es decir con la edad de jubilación cercana, nos hemos planteado alguna vez venderlo todo y dedicarnos a nuestra pasión, nuestra nómada forma de vida; convertir en cotidiano lo que hacemos cada fin de semana o durante las vacaciones. Ser libres para ir cuando y donde nos parezca oportuno, sin horarios, sin otro reloj que el biológico, sin otras obligaciones que las propias de un ciudadano del mundo, conociendo gentes, culturas, paisajes y gastronomías diversas, dejando un rastro de amistad y recuerdos por dondequiera que fuéramos…

Es atrayente; muy atrayente; y nos hace pensar y darle vueltas y más vueltas. Sacamos el papel y lápiz y comenzamos a hacer cábalas y números: de esto podemos prescindir y de aquello; ya no es necesario pagar el seguro de la vivienda, ni el Ibi, ni la comunidad de propietarios, ni el seguro del coche, ni su mantenimiento, ni muchas otras cosas que hasta ahora considerábamos esenciales para el desarrollo de la actividad laboral y de la vida.

No es necesario planificar con cuidado los desplazamientos, no es necesario coger autopistas para ir o volver más rápidos y llegar a tiempo para recomponernos y reanudar, al lunes siguiente, el trabajo. Tenemos todo el tiempo del mundo para movernos.

Cuando accedo a los videos de personas que han decidido dar el paso y sigo sus avatares en la red, reconozco tener una cierta envidia sana por la valentía que han demostrado al dar el paso y por las múltiples y aleccionadoras experiencias que viven.

Desde aquí me gustaría rendir tributo a personas que como Charo y Carlos (La Gaviota Viajera) han dado el paso definitivo y que cada semana nos muestran lo maravilloso que es vivir con la libertad que tanto relacionamos con nuestras AC’s; que han tenido el valor incluso de afrontar el maldito confinamiento en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera y sin conexión eléctrica, poniendo en real jaque las posibilidades de su AC, demostrando al mundo entero que, por muy pequeño que sea el espacio que nos brindan nuestras AC’s, es absolutamente posible llevar a cabo una vida normal, aun en condiciones poco adecuadas como las vividas, siempre asumiendo ciertas reglas de orden y convivencia.

Sin embargo, planteados diferentes escenarios y muchos presupuestos, tras muchas conversaciones mantenidas con la tripulación de mi AC (mi compañera de viaje y yo mismo) consideramos que “desconectar” (como lo denominan Charo y Carlos) absolutamente, es decir sin posibilidad ninguna de poner pie en tierra firme, al no tener casa donde hacerlo, conlleva algunos problemas.

El primero y más relevante es el derivado de la edad. Por desgracia nos planteamos esta posibilidad de vida nómada cuando disponemos de un patrimonio, normalmente fruto de nuestros muchos años de trabajo y justo cuando este llega a su fin, por lo que podemos decir sin miedo a la realidad: vamos para mayores y llegará el día en que nuestras fuerzas y ánimos no nos permitan viajar y requiramos otro tipo de servicios o ayudas, de difícil consecución dentro de una AC.

Por otro lado, permitidme la franqueza, por dura y triste que sea: una vida vivida en compañía de tu pareja, queda gravemente debilitada el día que uno de los dos desaparece. Cierto es que hay muchos ejemplos (y el cine es testigo de ello) de personas que en su soledad se dedican a recorrer el mundo con su AC. Pero, en nuestro caso, por ejemplo, ya no tendría el mismo valor.

Otra razón que nos hizo reflexionar, además de las anteriores se centra en una cosa tan simple como el mantenimiento: Habrá que pensar en irse a un hotel o bungalow de camping cuando sea necesario dejar la AC para realizar mantenimiento, si este requiere de días y, a tenor de la experiencia que yo tengo con las áreas de mantenimiento que he necesitados a lo largo de mi vida, no se puede decir que sean muy eficaces.

Estoy pensando en un alcance en carretera, sin mayores consecuencias, pero que requiere dejar la AC durante semanas (o meses) en algún lugar.

Digamos que esos tres factores nos llevaron a la conclusión de que no nos vemos vendiendo nuestras propiedades y dedicándonos a vivir exclusivamente en nuestra AC. Además, hemos de reconocer que, tras una temporada de viaje, nos encanta llegar a nuestra casa y disfrutar del contraste con la AC.

También hemos de reconocer que, al cabo de una semana, volvemos a tener “mono” de nuestra AC y añoramos el momento de volver a poner nuestros pies a bordo.

A partir de ese momento, lo que si hemos hecho es el planteamiento de vida hibrida. Una temporada en la AC y otra en casa. Invernar en zonas cálidas y veranear en zonas frescas, pasando entre temporadas por casa para descansar, ver a los hijos y nietos y continuar hacía donde toque.

Ciertamente es bastante más caro, pues hay que seguir con el Ibi, el seguro de casa, la alarma, el coche, etc., y con los gastos derivados de la AC, el parking, el mantenimiento, los seguros, el combustible, las noches en áreas o campings, etc. Pero, cuando llegue la hora de descansar definitivamente, tendremos un lugar más seguro, más adecuado y más cualificado.

Pero, por suerte o desgracia, todavía me quedan unos pocos años hasta que llegue la jubilación. Tiempo, en consecuencia, para pensar y madurar el plan de vida tras la liberación de obligaciones laborales que, evidentemente, estará delimitado por los viajes en la AC y todo lo que ello conlleva: leer, escribir, pasear, visitar, conocer… en una palabra: vivir.

Desde estas líneas quiero lanzar un mensaje de apoyo, fascinación, entusiasmo, admiración… para todos aquellos autocaravanistas que, dejándolo todo, han decidido vivir una vida nómada en un mundo tan complicado y tan tecnológico, en un entorno social poco preparado para éstos “exploradores” de lo casi totalmente descubierto, como el que nos ha tocado vivir.

Y muy especialmente a Charo y Carlos, evidencia manifiesta de que, en pleno siglo XXI, es posible hacer realidad los sueños, por muy románticos que parezcan.

artículos relacionados

DEJA TU COMENTARIO