Os cuento una experiencia no muy agradable que hemos tenido las pasadas vacaciones. El lugar da igual, porque creo que puede pasar en cualquiera.
Llegamos al camping a eso de las 2 de la tarde de un viernes, con un calor sofocante. Después de buscar parcela y por fin encontrar la que mejor se adapataba nuestras espectativas, dentro de las que había libres, dejamos la Ac allí aparcada, afortunadamente sin ningún elemento aún instalado y nos marchamos directos a la piscina a refrescarnos un poco.
Como quiera que no apetecía ni preparar comida, nos apretamos unas raciones bien regadas con unos tanques de cerveza, y felices por el comienzo de las vacaciones continuamos la sobremesa con café, copa y puro, como debe ser.
Tras eso, no queda más remedio que quedarse un poco frito sesteando en el cesped de la piscina a la sombra de una palmera.
Al despertar decido ir ya a la parcela a pedir luz y a subir a recepción a confirmar en la que nos encontramos.
Cual es mi sopresa que aparece una persona que me dice que esa parcela está reservada, que vienen unos amigos suyos esa misma noche, y que si no me lo creo, que suba a recepción y lo compruebe. Me quedo a cuadros, claro, no me esperaba que se pudieran reservar las parcelas. Cuando se marcha, mis amables vecinos de las dos parcelas colindantes me dicen que ni me mueva, que no se lo creen, que no se pueden reservar parcelas.
Les agradezco la info, y me subo a recepción donde efectivamente me informan que esa parcela está dada ya de alta y que comienzan a pagar desde ese mismo día. Protesto, pidiendo que por lo menos, cuando eso ocurra, que pongan alguna señalización. Reconozco que en parte la culpa es mía, ya que debía haber subido a recepción nada más aparcar en lugar de irme a la piscina. Bueno, vuelvo con las orejas gachas y afortunadamente encontramos otra parcela al lado, con dos o tres coches aparcados de gente que está en la playa (ese es otro tema del que hablar, porqué coño los dejan ocupando parcelas libres cuando en esa época hay pocas).
Esta experiencia nos sirve para que días después, que venían unos amigos, apliquemos la misma medicina. Tras marchar quienes la ocupaban la invadimos con bicis, mesas, sillas y todo lo que podemos y en ella nos hacemos fuertes y vamos a recepción de inmediato a darla de alta, antes de que unos holandeses que acababan de llegar y no entendían ni papa o hacían que no entendían (no son los primeros que me encuentro que se hacen pasar por tontos y son muy listos), trataran de apoderarse de ella. De hecho, cuando la estaba dando de alta, la holandesa, de forma inexplicable también estaba en recepción (no sé cómo pudo llegar antes que yo), pero el idioma le jugó una mala pasada y me hice legalmente con la parcela antes que ella. (Je, je).
Como veis, de las experiencias se aprende, y en este caso salieron beneficiados mi amigo Enrique y su familia.
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