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No hay más preguntas señoría

Cada vez que viajo con mi furgoneta a escalar a alguno de esos enclaves de fama internacional, como Rodellar o Margalef, surge en mí la misma combinación perfecta de sorpresa y enfado ante una situación que bien podríamos definir como kafkiana.

En este tipo de lugares (que multiplican su número fuera del mundo de la escalada) se da una paradoja interesante: existen plazas de aparcamiento donde no se puede pernoctar, sólo aparcar. Llevándonos poco menos que a una problemática similar al famoso gato de Schrödinger, parece ser que con el único (aparentemente) objetivo que el recaudatorio bajo la máscara de la regulación ante las masificaciones, se permite una acción que puede o no implicar a la otra, pero que en cualquier caso no altera el producto.

Simplifico a un ejemplo clarificador: Si yo aparco mi vehículo y me mantengo en el volante con los ojos abiertos, estoy aparcado, ¿correcto? Si por el contrario bajo la guardia y cierro esos ojos, paso a pernoctar y puedo ser multado.

Todos sabemos que la masificación y sus consiguientes problemas generan este tipo de regulaciones, pero ¿no existen fórmulas que no sea un encaje de bolillos a través de una prohibición que no sostiene la lógica? Quiero decir, que si eliminas toda posibilidad de aparcamiento libre y obligas al pago por estacionar, te tacharé de recaudador, pero lo comprenderé; si eliminas el aparcamiento libre en favor de campings o áreas locales, te tacharé de amiguismo pero lo entenderé; pero si dejas la posibilidad de aparcamiento libre como en cualquier ciudad o pedanía y prohíbes la pernocta, ¿de qué chistera salió esa prohibición?

No hay más preguntas señoría.

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