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Nueva Zelanda en camper (3)

En el capítulo anterior dejamos a nuestros amigos Nuria Pujol y Raimon Sánchez a orillas del lago Te Anau el más grande la Isla Sur. Retomamos la última parte de este fascinante recorrido en camper por Nueva Zelanda cargado de consejos.

Por Nuria Pujol y Raimon Sánchez

Salimos hacia el Milford Sound sobre las siete y media y hacemos el trayecto con calma, puesto que está considerada por muchos «la carretera más bella del mundo». Tenemos un mapa con las paradas recomendadas en el SouthLand, pero allí donde vemos escrito «LookOut» o el cartel marrón, paramos. Las más bonitas son Humbdoldt Falls, el puente colgante de Morraine Creek, el lago Gunn y Hollyford, para lo que nos desviamos 12 km. En este punto empieza un trekking espectacular, según nos cuentan, la Hollyford Track, pero no es nuestro objetivo así que damos media vuelta cuando llegamos al río.

La última parada antes de entrar en la montaña es The Chasm, las rocas modeladas por unos espectaculares saltos de agua. Desde aquí, el paisaje cambia completamente. Dejamos los bosques frondosos y los lagos para llegar a un paisaje de montaña y picos nevados. En una palabra, impresionante. La temperatura, entre cuatro y dos grados. Se ha acumulado tanta nieve en las cimas que hay un alto riesgo de avalancha y no se permite parar en ningún lado para tomar fotos. Aunque tres kilómetros más adelante, hay unas zonas de descanso con unas vistas de aúpa.

Llegamos al túnel Hummer y según marca el reloj solo debemos esperar unos 20 minutos para pasar los 1200 metros de distancia. Como si de un entretenimiento se tratara, allí acuden los famosos KEA en busca de comida. Está prohibido tocarlos y darles de comer.
Después de casi cinco horas y unas veinte paradas, llegamos al Milford Sound. Cuentan que los maoríes descubrieron el fiordo hace miles de años y de aquí recolectaban el jade, y así pasó desapercibido a los exploradores hasta 1823. De hecho, hasta que no se construye la carretera en los años 50 solo se podía llegar por barco.

Nosotros habíamos leído que no era posible la acampada libre con camper y nos buscamos un alojamiento. No hay mucha variedad y los precios son altos, así que si o sí, nos alojaremos en el Milford Lodges. El camping Milford Lodge está muy bien, es muy moderno y con unas buenas instalaciones, totalmente independientes de la parte de hotel. La pena es que los precios del restaurante son muy caros. Hace un día precioso y un sol radiante así que nos vamos hacia el puerto para disfrutar de esta maravilla. Estamos un buen rato paseando por la orilla, aprovechando que la marea está baja. El único incordio, las malditas sandflies que como plaga que son, están por todas partes. Regresamos al camping para disfrutar de una ducha de agua calentita. Y sobre las 5 volvemos a la orilla para la puesta de sol.

El fiordo milforsound (290 km)

Llegamos al embarcadero a las nueva y cuarto para salir a las diez menos cuarto. Hay varias compañías de crucero y mucha gente esperando. Nos habían recomendado el general, y pagamos 59 euros por persona por el crucero de dos horas. En el barco apenas somos 50 personas por lo que en la cubierta no tenemos que pegarnos codazos para las fotos.

El día una vez más, espectacular, y las fotos hablan por si solas. Felices de haber visto el Milford como queríamos emprendemos el retorno hacia Queenstown. Salimos un poco antes de la una hacia Queenstown. Y aunque no queremos perder mucho tiempo, es inevitable parar algunas veces para las fotos. La razón de no ir hacia el sur, hacia los Catlins es que al día siguiente vamos a cumplir uno de nuestros sueños. Volamos a Auckland para ver jugar a los All Blacks contra los Wallabies, un partidazo. Así que los Catlins tendrán que esperar un par de días.

Llegamos a Queenstown y dormiros a las afueras, en el DOC de 12 Miles Delta Campsite. Para quitarse el sombrero, una vez más del emplazamiento del DOC, a orillas del Lago Wakatipu. Al llegar al DOC, cogemos la ficha de registro y aparcamos. Antes de la cena la rellenamos y ponemos el dinero en el sobre pero nos da mucha pereza acercarnos hasta la casita de la entrada a dejarlo ya que hay que caminar unos diez minutos. Es de noche y hace fresquito, así que nada, lo dejamos estar. Y apenas media hora después, nos llaman a la puerta. Es el Ranger que viene a cobrar. Simpático y educado, va muy rápido. Está el camping lleno y se le debe acumular el trabajo.

Un partido de los all blacks

A las seis y media de la mañana y con 3615 km a nuestras espaldas, dejamos aparcado el camper en el aerpuerto y cogemos un avión destino a Auckland. La razón es cumplir uno de esos sueños. Ver a los All Blacks en Nueva Zelanda, en el Eden Park. El vuelo llega tan pronto que sobre las nueve y media ya estamos en el Downtown, al lado de la Sky Tower.

Damos una vuelta por el centro, nos acercamos al Wharf para ver el típico Skyline y caminamos por Queen Street. No hay mucho más que ver. Eso sí, pasamos un buen rato en la tienda oficial de los All Blacks ubicada en Queen Street aunque casi nos pasa desapercibida.

Como teníamos encargos que comprar y tiempo, de paso nos dejamos unos cuantos dólares en los productos oficiales. Y menos mal que lo hicimos allí porque si nos esperamos a las compras en la «gran tienda oficial» del estadio, nos hubiera dado un ataque. Allí solo hay algunas camisetas, gorras, y poco más. De hecho, ni venden las camisetas que llevan los jugadores de la selección.

Pasamos por la Guest House donde nos alojamos, la YO YO Holiday Guest House literalmente a 40 metros del Eden Park. Está regentada por una señora china que no hablaba nada de inglés. Pero nos interesaba un lugar cercano, al estadio, limpio, económico y confortable.
La emoción de ver los All Blacks y la Hakka en directo es increible. Además, el partido contra los Wallabies de Australia, su eterno rival.Lo mejor, es al final del partido que los jugadores se acercan a hablar y tomarse fotos con el público. Es increible ver el respeto que tiene hacia los jugadores, no se pasan con los selfies ni acaparándolos.

Rumbo al sur (126 km)

Al llegar a Queenstown comprobamos que nuestra casa ambulante sigue intacta en el parking. Después de nuestra visita al Pack ‘n Save, nos vamos hacia el lago Wakatipu para hacer un poco de turismo. En realidad, aunque tiene unos 8000 habitantes, Queenstown parece mucho más grande por los miles de visitantes que recibe cada año atraídos por los deportes de aventura.

Es hora de emprender el camino y nos vamos hacia el sur por la Scenic Route. Nos quedan todavía seis días en la isla y haber hecho ya el Milford Sound nos permitirá ir más relajados en los Catlins y todo el camino hacia Christchurch.

Nos proponemos llegar hasta Invercargill ( por la SH6, 187 km ) pero estamos cansados y nos quedamos 30 km antes, en Winton donde podemos aparcar gratis.  Es domingo por la tarde y damos un paseo por el minúsculo centro histórico. Winton es la capital del SouthLand y nos llevamos una bonita impresión porqué las casas más antiguas sobrevivieron al gran incendio que en 1920 destruyó la ciudad. A mí me sigue recordando el pueblecito de Laura Ingalls .

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Los Catlins y Moeraki Boulders (446 km)

La temperatura es baja y además hace mucho viento. Salimos de Winton sobre las siete y media y todavía es de noche. La primera parada es en Font Rose donde cogemos una carretera de gravilla de 13 km que nos lleva al Waipapa Point , el faro construido en 1.884 después del naufragio del vapor Tararua, cons-iderado el mayor desastre marino del país sucedido unos meses antes, y donde murieron más de 100 pasajeros. Es un lugar precioso, y los únicos habitantes del faro son la colonia de leones marinos que a esas horas retozan sobre la hierba. Para evitar molestarles, hay carteles invitándote a no llegar hasta la playa por el sendero.

Desde Haldane, continuamos hasta Slope Point, y tal y como especifica la guía, desde el parking hay que caminar unos 15 minutos campo a través hasta el cartel amarillo que indica que es el punto más al sur de la Isla Sur. Vaya, que el Polo Sur «solo» está a 4800 km.

La siguiente parada es Curio Bay, donde encontramos una cafetería con vistas en el pequeño centro de información. Como la marea está baja, caminamos unos cinco minutos hasta la playa de árboles fosilizadosdel periodo Jurásico (unos 150 millones de años de antigüedad ) y los famosos pingüinos de ojos amarillos, una especie propia pero que no podremos ver ya que salen a pasear a últimas horas del día. Eso sí, toda la playa está llena de indicaciones de cómo actuar de forma respetuosa si los encuentras.

Pasamos por las Niagara Falls de Nueva Zelanda, tal y como están anunciadas en la carretera. Toda la zona es una «scenic route», porque hay tramos realmente bonitos, vistas espectaculares, playas solitarias, faros y caminos de gravilla. La opción de visitar las cascadas MacLeans es inviable ya que desde la carretera avisan que están cerradas al público por restauración. A pesar de ello, los paisajes que nos encontramos son espectaculares, y almorzamos con vistas privilegiadas y en solitario en Florence Hill. Todo un privilegio.

Al llegar al mirador el viento fuerte ha parado y la temperatura es de quince grados. Continuamos hacia el norte hasta el pueblecito de Tokata donde está el Faro de Nugget Point, considerado el mejor de todos los miradores de los Catlins. Los acantilados son de infarto, y desde el parking se tarda una media hora entre ir y volver. Precioso.

En Balclutha retomamos la SH1 y después de cruzar el pequeño pueblecito de Milton, que no aparece en las guías pero tiene ese aire encantador de la época de la fiebre del oro, continuamos el camino y llegamos a las Moeaki Boulders. Para aparcar hay dos zonas, el parking libre, ubicado a unos 800 metros desde el que tienes que caminar sobre la arena un buen trecho hasta las Moeraki o el parking junto al centro de visitantes (si pagas unos dólares, solo tienes que bajar unas escaleras y allí las ves).

Es un lugar precioso. Formadas hace más de 60 millones de años, los maoríes cuentan que son los restos del naufragio de una canoa cuyas cestas llenas de comida y agua se conviertieron en estas esferas perfectas y sirven para que las olas rompan mejor en la costa de Otago.

Sobre las cinco y media llegamos a Oamaru. Necesitamos repostar y hacer la colada y aquí encontramos el camping Harbour Tourist Park ubicado frente al mar y a solo quince minutos andando de una colonia de pingüinos azules que viven en el puerto. La señora es muy amable, y nos da varias recomendaciones pero me cuesta mucho entenderla. Le pido que hable más despacio y lo repita todo. Sonrie. Debe estar acostumbrada porque mientras espero a que la conexión del datáfono funcione, una pareja que está confirmando la reserva, le dice exactamente lo mismo.

Después de cenar probamos la cerveza local en el Scotts Brewing Co. Aunque es lunes, el bar está bastante lleno y hay ambiente. Celebramos que hemos empezadoen Winton con 3.803 km y terminamos el día con 4.249, ha sido un día inolvidable.

De OAMARU al MONTe COOK (223 km)

Hoy toca madrugón. Salimos tan pronto que la recepción no está abierta, así que el check-out es solamente dejar la plaza del camper. La SH83 discurre junto al rio Waitaki y el valle del mismo nombre, con las montañas nevadas de los Alpes al fondo. En Omarama cogemos la SH8 que nos llevará en un par de horas al monte Cook. Al entrar en el condado de McKenzie, el paisaje montañoso es cada vez más bonito y ya se ven algunos picos del parque del monte Cook. Pasamos por algunos pueblos sin interés, excepto Twizel donde está el supermercado ya que en el monte Cook no hay tiendas.

A medida que nos vamos acercando al monte Cook, la emoción es mayor. El día es magnífico, y nos paramos varias veces a orillas del lago Pukaki que aunque sea artificial, permite obtener unas fotos de postal con la carretera sinuosa y al fondo, las montañas nevadas.

Al mediodía, llegamos al Centro de Información del monte Cook. Las pocas construcciones que hay son las del parque. El hotel Hermitage de cinco estrellas, las casas de los trabajadores, las cabañas de alquiler y el camping del DOC. Ah, y un museo dedicado al neozelandés más ilustre, Sir Edmund Hillary, en una de las plantas del hotel puesto que estas eran sus montañas de «ensayos».

Como está prohibida la acampada libre, cogemos una plaza en el camping del DOC (precio de 13 NZD por persona) y aquí sí, el DOCse puede pagar con tarjeta. Mientras formalizamos el pago, el «Ranger» nos informa de las excursiones que podemos hacer desde allí e insiste en que hagamos la caminata larga, la Hooker Valley Track (5 km por trayecto) porque a primera hora de la tarde hay riesgo de lluvia.

Sin dilación, nos vamos. La ruta es muy bonita, y sin dificultad, y a partir del segundo puente colgante, las vistas son de infarto. Se ven las cimas nevadas del Monte Cook, su reflejo en el lago y el glaciar Hooker. Nos quedamos allí un buen rato. Leemos que en el Parque Nacional hay 19 de las 23 montañas del país que sobrepasan los 3.000 metros, y el Aoraki es el más alto, con 3.754.

Hay una pequeña zona habilitada para descansar con vistas pero la mayoría intentan bajar hasta la orilla aunque no hay un camino marcado y más de uno se resbala al bajar. El momento es increíble. Al poco rato de emprender el regreso, la cima queda cubierta por las nubes y ya no se verá en todo el día.

Nos tomamos la tarde en plan relax, aunque en algún momento pensamos en caminar los 20 minutos hasta el museo, nos puede más la pereza y pasamos la tarde bajo las mantas leyendo. La temperatura bajará hasta los cinco grados, y posiblemente esta sea la noche más fría del viaje, junto con la que tuvimos en el Tongariro, en la Isla Norte.

Península de Banks  (480 km)

A la hora de planificar la visita al Monte Cook nos dimos un margen de dos días por si el mal tiempo nos impedía hacer la excursión hasta el glaciar y ver la cima reflejada en el lago. Por suerte, con el día espléndido de ayer ya hemos cumplido con el planning. Así, tenemos un día extra. Y aunque es un paseo muy bonito y se podría repetir sin duda alguna, está el día gris y seguramente no se verá nada en el glaciar. Así que emprendemos el camino hacia ChristChurch.

Como no hay otra carretera para salir del Monte Cook, volvemos por la SH80 hasta Twizel y por la SH8, llegamos hasta el Lago Tekapo, un lago de un azul turquesa increible.
Muy cerca del lago Alexandrina está el observatorio astronómico del Mont John (8 NZD) y aunque sea de día se recomienda subir por las vistas. Con el día gris, las vistas no creemos que sean muy buenas, así que damos media vuelta y nos tomamos un chocolate caliente en el pueblo de Tekapo Lake.

Antes de irnos, visitamos la iglesia del Buen Pastor construida en 1935 con una gran ventana abierta al lago desde en el ábside y el cercano monumento a los mejores ayudantes de los pastores, los perros de raza «collie».
En Geraldine enlazamos con la Scenic Route de la SH72 para comprobar si las llanuras de Canterbury son tan espectaculares como dicen las guías pero empieza a llover, y tiene pinta que no va a mejorar.

Al pasar por Mount Sommers cogemos un desvío hacia Edoras (nos marca 50 km para llegar ) y ver la capital del reino de Rohan de El Señor de Los Anillos (como hemos dicho en algún momento no somos súper fans, pero las localizaciones corresponden a lugares preciosos). Tardamos una hora en hacer los 49 km del trayecto porque la carretera es de gravilla, y solo nos cruzamos con un coche. Con el día que hace, no luce mucho pero las fotos que vemos en internet son preciosas. Y luego la imaginación y los decora-dos hacen el resto. Después de esta parada, tenemos que organizar el día de mañana, visitar la península de Banks ( 80 km).

En Rakaia, el gps de la caravana nos hace evitar la SH1 y nos desvía por carreteras secundarias. Le hacemos caso pensando que nos hará rodear Christchurch y evitar el tráfico. El problema es que vamos con la reserva y llevamos kilómetros sin ver una gasolinera. Entramos en la península de Banks con la reserva casi agotada. Cuando por fin encontramos una gasolinera, nos quedaba depósito para apenas cinco kilómetros más. Pasado el momento crítico, llegamos a Akaroa, la ciudad más grande de la península y leemos que es la más antigua, fundada en 1840.

Las carreteras son estrechas, con muchas curvas aunque por suerte, ha parado de llover e incluso sale un poco el sol. En Akaroa aparcamos al lado del puerto, en la zona habilitada y gratuita, a menos de dos minutos del centro. Se nota que es invierno, porque apenas hay gente en la calle y ni mucho menos ambiente en los bares.

La península se formó hace millones de años a partir de las erupciones volcánicas que le han dado esa característica forma de rueda dentada. La proximidad a Christchurch la ha convertido en un lugar ideal para tener una segunda residencia en todos los puertos y bahías y el turismo para avistamiento de pingüinos, orcas, focas y sobre todo el delfín de cabeza blanca, endémico de Nueva Zelanda. Esa orografía particular hace que para ir de un pueblecito a otro haya que salvar un desnivel considerable con su, como no, carretera con curvas. Por suerte, el día luce espléndido por lo que nos lo tomamos con calma y hacemos muchas paradas durante la mañana.

Algunos de los accesos a las playas están cerrados por obras de mantenimiento de cara al verano, así que nos conformamos con las vistas desde la carretera de Long Bay, Goughs Bay, Le Bons Bay, DuvauChelle, Barrys Bay Valle.

Nos apatece comer algo típico, y en la aplicación de CamperMate recomiendan acercarse a Lyttelton para comer el mejor «fish & chips» de la península en el Lyttelton Terrace TakeAway. Nos dejamos llevar por la idea de comer codd en uno de los miradores a las afueras.
Llegamos a Christchurch en pocos minutos. Como no dominamos el tema de los parkings de la ciudad, lo primero que hacemos es acercarnos hasta el mirador de Victoria Park, pero las vistas no merecen la pena.

Por desgracia, no hay un parking céntrico como en Wellington así que directamente nos vamos al camping Top Ten Holiday y una vez aparcados estamos al lado de la piscina climatizada y de una mesa de camping, decidimos dejar la visita de la ciudad para mañana y pasar la tarde relajados en el camping. Aunque hemos elegido la devolución «Quick Drop Off» que implica que no nos tenemos que preocupar de limpiarla ni vaciar las aguas, ni el wc ni llenar el depósito, nos da un poco de apuro devolverla tan sucia de barro, después de 20 días. Y así se nos pasa la tarde. Para cenar, la barbacoa por última vez …

Christchurch

Antes de empezar a visitar la ciudad, nos acercamos al hotel Sudima Airport para descargar las maletas. Aunque no tengamos la habitación, nos permiten dejar las maletas.
Nos vamos a Britz para devolver el camper y nos quedamos maravillados de lo rápido que es. En esta oficina no hay estantería para dejar comida o productos que sobran, y la chica nos dice que lo podemos ofrecer a otros pasajeros que empiezan la ruta. Seguro que les irá bien un poco de papel higiénico, de cocina, jabón de ropa, lavavajillas y cuatro cosas más… Dejamos nuestra casa durante casi casi semanas con 5.162 km recorridos.

Desde Britz hay un shuttle hasta el aeropuerto y desde allí sale el bus hacia el centro de la ciudad. El día es frío y llueve. No recordamos el número del bus pero sí que va al Downtown.

Nos bajamos en Hagley Park, un inmenso parque dentro del cual hay un club de golf, uno de críquet y el Jardín Botánico. Y como no, con gente practicando golf a pesar de la lluvia. En todas las guías recomiendan la visita del jardín, pero claro, con esas temperaturas las plantas y las flores están tristes. Los pinos y los cedros son altísimos y frondosos. A pesar del frío, lucen espléndidos. El Jardín termina delante del Museo de Canterbury, algo así como el museo de historia de la ciudad (gratuito).

Nos interesa pasar por las salas de cultura maorí y la sección dedicada a la Antártida y las bases científicas allí instaladas, muchas de las cuales salen desde Nueva Zelanda. Al salir, llegamos a la catedral, bueno, a lo que queda de ella ya que el terremoto del 2011 la destruyó parcialmente. Desde entonces, espera una intervención y mientras tanto, se utiliza una llamada «provisional». Nos acercamos a la catedral Anglicana Provisional, un precioso edificio de cartón construido por el arquitecto japonés Shigeru Ban, quien se ha especializado en construcciones efímeras en territorios afectados por seísmos. Según leemos en el plafón, Ban considera que «en un terremoto, los edificios de hormigón caen mientras que los de papel aguantan», de ahí que se haya optado por este material.

Apuramos las últimas horas paseando por la ciudad y comprando algún que otro souvenir.
Al día siguiente, muy pronto volaremos hasta Auckland y desde allí, iniciamos la operación regreso. Nos quedan por delante 24 horas de vuelo y un recuerdo maravilloso de estas tres semanas y más de 5.000 kilómetros.

Créditos de las imágenes: Nuria Pujol y Raimon Sánchez, natsuki-takada/Unsplash, yoann-laheurte/Unsplash

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