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Nuestro viaje por Francia con caravana

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  • Este debate tiene 0 respuestas, 2 mensajes y ha sido actualizado por última vez el hace 8 años, 11 meses por Zitarrosa.
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    Zitarrosa
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    Viaje a Francia Julio 2008.

    Somos asiduos lectores de varios foros campistas, de muchos de ellos hemos extraído ideas, itinerarios, recomendaciones y consejos. Sentimos como una obligación moral, en justa recompensa, la de relatar nuestras experiencias en el viaje que por tierras francesas realizamos durante el comienzo del verano de 2008. Confiamos en que a algunos de vosotros os pueda resultar de utilidad.

    Tenemos caravana desde hace tres años, con ella nos hemos desplazado por algunos rincones de España y de Portugal… pero teníamos claro que nuestro objetivo para este año iba a ser visitar Francia. Eran tantas las personas que nos habían hablado de este viaje, tantos los foros en donde se relataban las rutas y las peripecias del recorrido que estábamos desando poder hacerlo.

    Somos un matrimonio joven con dos hijos, de ocho y cinco años, llevamos una Knauss Sudwind 500 FDK, algo grandecita para colocarla en determinados camping, pero que se comporta fenomenal en la ruta y es una gozada una vez estacionada. El tractor es un Volkswagen Passat de 2005, no nos dio ni el más mínimo problema.

    Salimos el sábado 28 de Junio desde Cáceres. Nuestra primera parada queríamos hacerla directamente en Francia, elegimos para ello una ciudad cercana a Burdeos llamada Arcachón. Eran algo más de 900 kilómetros. Ni que decir tiene que nunca había realizado un desplazamiento tan largo en caravana. Para ello nos levantamos bien temprano y a la hora de la comida estábamos ya cerca de la frontera de Irún. Haciendo caso de algunos consejos echamos gasóleo antes de cruzar la frontera, pero sin apurar a los últimos kilómetros en donde el precio del gasoil era superior. En cuanto la cruzamos, comprobamos la utilidad del consejo: pasamos de pagar el litro de 1’28 a 1’56.

    El gasóleo en Francia es más caro, pero, como ya sabréis por otros relatos, hay bastante diferencia de precios entre el que se venden en las autopistas y autovías (mucho más caro) y el que se venden en los grandes centros comerciales, tipo Super U, Champion, o Alcampo (Auchan). Entrando en estas superficies nos movimos siempre entre el 1’37 y el 1’41. Por cierto, en Francia sigue siendo más barato el gasoil que la gasolina.

    Otra cosa que sorprende y agobia nada más llegar a Francia son los costes en los peajes de las autopistas. En cuanto pasamos la frontera enlazamos tres seguidos, eran peajes ya de por si caros, pero además cobran más a los coches que llevan caravana y a las autocaravanas, en ocasiones el pago de más se acercaba al 50%, por lo que se debe estudiar bien cuando compensa ir por autopista y cuando no. Más tarde os contaremos alguna de nuestras experiencias.

    Llegamos a Arcachón a media tarde, habíamos indicado a nuestro navegador la posición en donde se encontraba el camping, pero aún así no fue fácil dar con él. Es lo que tienen a veces los navegadores y por lo que me comentaron no fui el único al que le costó llegar. El Camping Club Arcachón (http://www.camping-arcachon.com) es un buen camping, en consonancia con la mayoría de los camping franceses, mucha sombra, servicios limpios, buenas instalaciones, aunque demasiado agreste. Nos costó nuestro primer arañazo a la caravana conseguir colocarla en la parcela, evidentemente más por nuestra falta de pericia que por otra cosa. Tenía una buena piscina gratuita, con toboganes acuáticos que hicieron las delicias no sólo de mis hijos, sino de nosotros también. En ese camping pasaríamos dos días. El coste del camping, teniendo en cuenta que todavía no era temporada alta, fueron 22’10 euros diarios.

    La mañana del día 29 la aprovechamos para acudir a la duna de Pyla, está a unos 9 kilómetros del camping y es una visita que vale la pena. De repente, en medio de los tupidos bosques de Las Landas, se alza una montaña de arena de casi tres kilómetros de largo, medio kilómetro de ancho y 130 metros de alto. Justo en su base hay un parking de pago, en donde se veían algunas autocaravanas aparcadas, el precio por noche no era nada caro. Para subir a la duna se hace necesario ascender por unas escaleras de plástico que te llevan a la cima, desde allí puedes descender hacia el mar o recorrer la duna cresteando. Fue muy divertido lanzarse ladera abajo en uno y en otro sentido.

    La tarde la dedicamos a descansar y a prepararnos para poder ver la final de fútbol de la eurocopa. Tal vez del viaje a Francia lo que menos nos gustó fue no poder vivir esa final en nuestra casa y haber podido salir a disfrutarla por las calles, pero hicimos lo que pudimos. Traté de sintonizar algún canal en la televisión de la caravana donde echaran el partido, pero no fui capaz, por lo que nos fuimos a verla al bar del camping, y allí junto con una familia de gallegos y otra de cordobeses disfrutamos de la final, haciéndonos sentir mucho menos extranjeros, entre tanto francés y alemán. Había que vernos regresar por los caminos del camping hacia nuestras caravanas, menuda alegría, hasta invitamos a sangría a unos portugueses que durante el partido no paraban de gritar aquello de “que viiiiiva la España”.

    Lunes 30 de Junio. Viaje a Bretaña.

    Con una amplia sonrisa en la cara nos levantamos la mañana del 30 de Junio, camino de nuestro primer gran destino: la ciudad de Pontorson a orillas del Mont Sant Michel, junto en la frontera entre Bretaña y Normandía. Eran poco más de 600 kilómetros, nada más salir rellenamos nuestro depósito en un Super U que está a la salida de Arcachón y nos pusimos en marcha. Fue muy pesado atravesar Burdeos, tiene una circunvalación enorme, repleta de caminos que suben y bajan. Aquel día, además, había manifestaciones por la subida de los precios de combustibles y, aunque sin llegar a pararnos, el tráfico era muy lento. Empezamos con las autopistas de peaje, bastó que nos clavaran casi 18 euros en una de las paradas para que nos replanteásemos el recorrido, antes de llegar a Niort abandonamos la autopista y nos dirijimos hacia La Rochelle, optando de esta forma por el camino más recto, aunque, evidentemente, no el más rápido. De esta forma hicimos más de cien kilómetros aunque estos recorridos en ocasiones pueden hacerse muy pesado, debido a la afición francesa por las rotondas y a la enorme proliferación de pueblos que hay que atravesar. Nos reincoporamos a la autopista ya cerca de Nantes, agotados de tantas rotondas pero contentos por habernos ahorrados algunos euros de peaje. Tuvimos también que sortear problemas de cortes de carretera a la salida de Rennes, pero finalmente a eso de las 6 de la tarde, comenzaron a desfilar ante nosotros las primeras casas de piedra típicamente bretonas.

    El camping que habíamos elegido era uno de los más recomendados en el foro, se trata del Camping Haliotis (http://www.camping-haliotis-mont-saint-michel.com) ¿Qué decir de él? Para nosotros, que hasta ese momento el mejor camping que habíamos visto era el de Cuenca, llegar a un camping de este tipo supuso un auténtico paraíso: plazas amplias, rodeadas de setos y cubiertas de césped, baños limpios, animación, piscina, pistas de fútbol, de baloncesto, de tenis, colchonetas, camas elásticas, granja con ponys, conejitos, cabras… nos hubiéramos quedado a vivir en él el resto del verano. Todo en él era amabilidad, cordialidad, detalles de buen gusto, y encima no era nada caro: 27 euros diarios. Absolutamente recomendable. Pasaríamos cuatro noches en él.

    Martes 1 de Julio. Mont Saint Michel.

    El Mont Saint Michel se encuentra a nueve kilómetros del camping Haliotis. Siguiendo los consejos que nos dieron, llegamos hasta su parking de entrada antes de las 9 de la mañana (4 euros diarios), por lo que nos lo encontramos con muy pocos turistas y con las tiendas y puestos recién abiertos. El Mont desde fuera es espectacular, sorprendente. Una vez dentro te das cuenta de que no es una catedral y de que pasaría mucho más desapercibido de no ser porque en cuanto te asomas a cualquier ventana o torre, puedes contemplar el magnífico espectáculo que lo rodea. La singularidad del Mont radica en su ubicación, conectado a tierra por una estrecha carretera, se alza en medio de una playa en donde se producen las más grandes mareas de Europa. Cuando llegamos por la mañana el mar se encontraba tan lejos que ero difícil divisarlo, incluso con prismáticos, pero cuando pudimos volver al anochecer, un mar manso y verdoso lo rodeaba. Es decir, el mar avanzaba y retrocedía en una sola jornada casi 30 kilómetros. Los esbeltos pináculos de la abadía, alzándose en medio de aquella ensenada, dibujaba un entorno casi mágico. Los primeros edificios religiosos se edificaron sobre aquellas rocas hace más de 1300 años, durante este tiempo se fue agrandando y embelleciendo hasta llegar a ser como es ahora, las murallas que lo rodean hicieron de este sitio un lugar inexpugnable. A partir de la revolución francesa este lugar dejó de ser sagrado y pasó a convertirse en cárcel y así permaneció durante más de 150 años, me resultaba chocante pensar que un monumento tan magnífico hubiera sido la celda de oro para miles de personas, muchas de ellas inocentes, bastantes de ellas clérigos, esa situación para mi persiste en el ambiente de aquel lugar y le resta, como diría… santidad a las estancias. Pero claro, es una opinión personal.

    Regresamos a comer a la caravana. Disfrutamos con los niños del camping por la tarde y a eso de las siete regresamos al Mont de nuevo, para verlo desde otra perspectiva. En el camino hicimos una parada junto a un gran molino de viento, “Le Molin a vent du Moidrey”, que se divisa desde lejos y que se encuentra en perfecto estado de conservación. Había visitas guiadas que mostraban su funcionamiento, pero nosotros lo vimos por libre y nos encantó.

    El Mont Saint Michel por la tarde en nada se parece al de por la mañana, no se paga en los parking, no hay aglomeraciones (apenas hay tiendas abiertas) y se pueden recorrer las calles principales y las murallas de alrededor sin ningún tipo de agobios. Eso sí, el recinto religioso, bañado por las luces del atardecer, ya no admitía visitas. No había paseantes en la marisma que rodea la abadía, el mar estaba comenzando a inundarla.

    Miércoles 2 de Julio. Saint Malo, Saint Suliac, Dinand.

    Procurando no perder las buenas costumbres, este día a las nueve ya estábamos en marcha. La jornada amaneció nubosa. Nuestro primer objetivo era la ciudad corsaria de Saint Maló, distante unos 50 kilómetros del camping por buenas carreteras. Hay que decir que la mayoría, por no decir todas, las carreteras de Bretaña, incluídas las autovías, son gratuitas, es un viejo privilegio que dura ya más de cinco siglos y que se obtuvo en el momento en el que se casó Ana de Bretaña y Carlos VIII, por el que se otorgaba el beneficio a los bretones de no pagar por el uso de los caminos.

    Saint Maló es una preciosa ciudad corsaria y amurallada, existen tres Parking de pago rondando las murallas, no es difícil dar con ellos. La oficina de turismo se encuentra a la salida de uno de estos parking, ahí os indicarán los caminos que podéis elegir para recorrer tranquilamente esta magnífica ciudad.

    Desde la muralla de Saint Maló pueden contemplarse las estribaciones del puerto de Dinard, que se encuentra a pocos kilómetros en línea recta. Sin embargo nuestro objetivo vespertino era la ciudad de Dinan, algunos kilómetros más al sur. En el trayecto hicimos una parada muy recomendable en el pueblo marinero de Saint Suliac, catalogado como uno de los más bellos pueblos de Francia, es pequeño pero pintoresco y muy bonito.

    Dinan es otra ciudad amurallada, no tiene mar, pero sus piedras se articularon alrededor del río Rance. Hay una gran parking para coches en la plaza Du Guesclin, en ella además esta ubicada la oficina de Turismo, donde os informarán de las rutas más recomendadas para conocer la ciudad. Hay tres rutas principales: tesoros religiosos, recinto amurallado y viejo Dinand. Se trata del típico pueblo Bretón, con sus estrechas calzadas de piedra, sus casas de madera y sus tejados negros y afilados. Absolutamente recomendable. A la salida, ya en coche, hicimos una última parada en el puerto fluvial que se ubica bajo un enorme puente que la carretera nacional utiliza para atravesar el río, por una carretera paralela se accede al mismo, en el descenso pudimos ver un área de acampada para autocaravanas y junto al viejo puente, algunos restaurantes y casas del más puro sabor marinero.

    Jueves 3 de Julio. Dol de Bretagne y Fougeres.

    Hicimos un breve recorrido por la ciudad de Portorson, en donde está ubicado el camping. Se trata de un pueblo pequeño, pero con el mismo encanto de todos los pueblos bretones, su oficina de turismo se encuentra al lado del Ayuntamiento, hay que tener cuidado con los horarios, porque, como en toda Francia, acostumbran a abrir y a cerrar temprano. Desde allí nos recomiendan visitar el pueblo de Dol de Bretagne, a unos 30 kilómetros del camping, en él se erige una espectacular catedral dedicada a Saint Samson, y junto a ella un museo explicativo sobre la construcción de catedrales (a éste, por falta de tiempo, no entramos). A media mañana cambiamos de rumbo y nos trasladamos a la ciudad de Fougeres (los franceses dicen algo así como “Fuyers”). Nada más llegar allí se alza, como un eficaz señuelo, la imagen de su magnífico castillo medieval, alrededor de él hay un buen parking gratuito, aparcamos el coche y rodeamos el castillo hasta dar con la entrada principal, la visita son unos cuatro euros por persona. La sorpresa nos la llevamos cuando, nada más entrar, una guía que habla cuatro o cinco idiomas, se ofrece para hacernos una visita en español. Aprovechamos la circunstancia para documentarnos sobre las costumbres y formas de vida de los bretones, realmente fue un lujo poder ver el imponente castillo en aquellas circunstancias. Una brusca tormenta nos obligó a abandonar Fougeres antes de lo que nos hubiera gustado, pudimos dar una vuelta en coche por sus calles principales y nos dio pena no haberla podido conocer más a fondo, porque merecía la pena. Al menos tuvimos toda la tarde para disfrutar de las instalaciones del camping (incluída la sauna gratuita). Como era nuestra última noche en la zona aprovechamos para hacer una última visita al Mont Saint Michel, con las últimas luces del día. No fuimos los únicos en tener esa idea, al anochecer la carretera que lleva al islote estaba repleta de personas que acudían en coche, en bicicleta e incluso a pie desde los hoteles más próximos. El mar lo rodeaba ya por completo y su visión nocturna era inolvidable.

    Viernes 4 de Julio. Viaje a Normandía.

    Con toda la pena de nuestro corazón abandonamos las instalaciones del camping y nos ponemos en marcha para nuestro nuevo destino. Se trata de un camping ubicado en plena Normandía, entre Caen y Paris. Es un recorrido de unos 180 kilómetros, la mitad de ellos por autovía gratuita hasta Caen, a partir de ahí decidimos utilizar carreteras secundarias hasta el camping que habíamos elegido: Le Brevedent (http://www.campinglebrevedent.com) La idea en principio es correcta, las carreteras no son muy anchas pero se puede circular bien con caravana, lo peor son los 15 últimos kilómetros en donde la vía se estrecha demasiado, y uno está rezando para no cruzarse con ningún otro coche. Nos instalamos en una enorme plaza que ellos denominan “gran confort” y que dispone de agua y luz, gran error por nuestra parte ya que con una plaza normal con electricidad hubiéramos tenido suficiente. A este camping acudimos por recomendación, las imágenes de la página Web nos muestran un entorno muy cuidado y espectacular, la realidad defrauda un poco. El pueblo que rodea el camping se puede decir que es una aldea, el sitio más cercano para hacer compras está a 8 kilómetros, en la bonita localidad de Cormeilles, la gestión parece delegada en un grupo de jóvenes que hacen animaciones y fiestas, los servicios son antiguos, aunque están limpios, tiene piscina pero no hicimos uso de ella, un par de parques infantiles y un lago grande y no muy limpio que esta a disposición de los campistas para pescar tranquilamente si lo desean. El coste diario ascendía a 38’50 euros. En este camping íbamos a pasar 3 noches.

    Sábado 5 de Julio. Playas del desembarco.

    Este día promete ser uno de los más intensos. Nuestro objetivo es visitar la zona del desembarco de Normandía. Nos levantamos temprano y nos dirigimos hacia la localidad de Caen, desandando el camino que recorrimos ayer hasta llegar al camping. Atravesamos Caen por sus amplias carreteras y nos dirigimos hacia Arromanches, en total a unos 90 kilómetros del camping. Los últimos kilómetros del recorrido se realizan por carreteras estrechas y poco transitadas. Conseguimos aparcar en las calles del pueblo y nos dirigimos hacia el museo del desembarco, que se encuentra en la misma playa en donde se realizó. Toda la zona está repleta de museos relacionados con el desembarco, la mayoría de pago, nosotros elegimos este museo por las recomendaciones que habíamos leído en los foros, hay que tener en cuenta que estos museos no son baratos, y que si se tiene intención de visitar muchos existe una tarjeta (Normandía pass) que te ofrece descuentos para abaratar los costes. Lo curioso del museo de Arromanches es que se encuentra delante justo del lugar en el que se instaló el puerto marítimo de guerra, fundamental para iniciar la invasión/recuperación de Francia. Fue un puerto construido en tiempo record, una obra colosal dadas las circunstancias y fundamental en el desarrollo de la contienda. En el museo existen maquetas explicativas de su construcción, delante de ellas se alzan grandes ventanales desde donde se divisa el mar y los restos de estas construcciones que aún permanecen sumergidos a simple vista. Hay dos documentales que profundizan más en la construcción y que se pueden escuchar en castellano, gracias a unos auriculares que te proporcionan. El museo cuenta además con abundante representación de armas y uniformes de la época. Por toda la zona, en muchas casas y establecimientos, se ven banderas americanas, francesas, inglesas, canadienses y del resto de países que colaboraron en el desembarco. Resulta llamativo el sentimiento de agradecimiento y respeto que todavía perdura en la zona.

    Como los horarios por Francia no dejan de sorprendernos, continuamos sin demora nuestro viaje algunos kilómetros más allá hasta la localidad de Colleville-sur-Mer en donde se ubica el famoso cementerio americano retratado en mil y una fotos. Es curioso saber que este cementerio, situado sobre un acantilado junto al mar, es territorio americano y no francés, dado que fue cedido en señal de agradecimiento en el momento de la construcción del cementerio. De ahí que los controles en la puerta sean estrictos y severos, tal y como están acostumbrados por aquellas tierras. A la entrada existe un museo muy recomendable, gratuito, con diferentes objetos curiosos y audiovisuales. Al salir de allí una voz en off va relatando el nombre de todos los soldados enterrados en aquel lugar, algo más de 9000. Cuando llegas a la explanada superior uno va ya con el alma encogida. El cementerio es impresionante, la pulcritud, la exacta ubicación de las cruces de mármol, perfectamente esculpidas y alineadas, la aparición de algunas estrellas de David de mármol en donde están enterrados soldados judíos, cada una de ella con sus piedrecitas correspondientes (¿recordáis las imágenes de la película La Lista de Schindler?), los nombres de los soldados con su correspondiente fecha de defunción, la mayoría de ellos en los meses inmediatamente posteriores al día del desembarco (6 de Junio), nos impresionó mucho más de lo que esperábamos.

    Tras esta visita decidimos acercarnos al segundo cementerio más grande de la zona, el cementerio alemán, en donde descansan más de 29000 soldados. Este cementerio, situado en la localidad de La Cambe, a unos 20 kilómetros, es igualmente impresionante, aquí las cruces de mármol se han transformado en cruces de piedra, en bloques de cinco y rodeadas de tumbas dobles, muchas de ellas alojan los restos de soldados desconocidos, nos llamó la atención la juventud de la mayoría de los que estaban enterrados, casi todos rondaban los 20 años, y eran muy pocos los que sobrepasaban los 40. En medio del cementerio una enorme cruz de piedra se elevaba por encima de los árboles. A la salida me llamó la atención la foto de François Miterrand y de Helmut Kohl, antiguos presidentes de Francia y Alemania, contemplando el cementerio con las manos entrelazadas.

    Desde el cementerio alemán nos dirigimos, ya de regreso, hacia el llamado Pointe du Hoc. Se trata de un gran acantilado que un grupo de Rangers americanos consiguió escalar con el objetivo de reducir unas posiciones alemanas que, por su lugar estratégico, resultaban especialmente peligrosas para la seguridad del desembarco. Aquí hay abundante documentación sobre aquella gesta, y se permite realizar un paseo al aire libre desde donde contemplar, de primera mano, las baterías alemanas, sus bunkers, todavía en pie, el efecto de las bombas sobre el hierro retorcido y la terrible sensación que tuvieron que sufrir aquellos días tanto los atacantes como los defensores.

    La última parada fue, como no, la famosa playa de Omaha, por aquellos día denominada “la sangrienta”. Sólo hay que echar un vistazo a los primeros minutos de la película “Salvar al soldado Ryan”, para hacerse una idea de lo que pasó en ese lugar. Ahora, con la marea baja, el sonido del viento, de las gaviotas y de los niños jugando, son los únicos sonidos que recorren la fina arena. Para haceros una idea de cómo todavía el sentimiento de desembarco permanece muy vivo en la zona, os diremos que, a pesar de que la playa es enorme y de que nos encontrábamos casi solos en una parte de ella, al pasear hacia el encuentro de las olas, alguien había escrito en la arena con un palo un enorme Thank You!, que aquella misma noche borrarían la olas.

    Domingo 6 de Julio. Honfleur – Etretat.

    Nuestra primera parada de hoy es más corta de lo habitual, a sólo 20 kilómetros de distancia de nuestro camping se encuentra la ciudad de Honfleur. Aparcamos el coche en un parking situado al lado del famoso puerto de la ciudad, tenemos suerte porque no es fácil encontrar una plaza tan cerca. Justo al final de esta pequeña plaza se ubica la oficina de turismo en donde recibimos la información necesaria para realizar un recorrido por la zona. La ciudad en sí es muy turística, tiene muchos restaurantes y tiendas de recuerdos, hacia su interior se encuentra una de las iglesias, para nuestro gusto, más hermosas de toda Francia: la Iglesia de Santa Catalina. Construida toda ella de madera, con el campanario situado en frente, independiente y no encima para restarle peso a la estructura del templo. Después de un primer incendio, su reconstrucción fue encargada a unos armadores de barco (era la mano de obra más barata en esos tiempos), por lo que no es de extrañar que el tejado de la Iglesia tenga la forma de dos enormes quillas invertidas. A la hora de la comida aprovechamos la existencia de un gran parque en la parte alta de la ciudad, desde donde había unas buenas vistas de la desembocadura del río sena y del famoso puente de Normandía que en unos minutos pensábamos atravesar.

    Nuestro siguiente destino fueron los acantilados de Etretat, situados a unos 40 kilómetros de Honfleur. Para llegar allí es casi obligatorio atravesar la estructura del magnífico puente de Normandía, previo pago de 5 euros de peaje a la ida y otros 5 a la vuelta. Este puente es casi una atracción turística más, cuando lo estás atravesando te parece estar circulando por una de esas pistas de coches con las que juegan nuestros hijos.

    Abandonamos, la autopista de peaje y nos dirigimos por carreteras secundarias hasta la localidad de Etretat. Aparcamos al pie del paseo marítimo. Como el día es muy ventoso, las olas se escuchan romper antes incluso de haber descendido del coche. La playa está formada por pequeñas piedras redondeadas que a cada golpe de mar se asemejan al sonido de miles de personas aplaudiendo. A nosotros, que venimos de secano, el espectáculo del mar bravío nos hipnotiza. Nos acercamos hasta donde rompen las olas, y desde allí tuvimos unas magníficas vistas a las oquedades que el mar ha ido realizado sobre los acantilados, algunas formas se asemejan a la trompa de un elefante, otras a un camello… muy similar a las vistas que se pueden tener en la playa de las catedrales de Galicia. Ascendemos a unos de los miradores, teniendo cuidado de que no se nos lleve el viento y más tarde recorremos las callejuelas del pueblo saboreando unos deliciosos helados. La lluvia comienza a arreciar y decidimos regresar a nuestro camping. Mañana temprano pondremos rumbo a París.

    Lunes 7 de Julio – Sábado 12 de Julio. Paris – Eurodisney.

    Un punto positivo que tenía el camping de Le Brevedent es que no quedaba lejos de París, apenas a 150 kilómetros atrochando por la localidad de Evreux. Cerca de ahí ya enlazábamos con la autopista de Normandía que tras un pequeño peaje nos introducía en la periferia de la gran urbe. Durante los últimos kilómetros el tráfico es muy intenso como corresponde a una ciudad de semejante tamaño. Nuestro nuevo objetivo es el camping de Bois de Boulogne (http://www.campingparis.fr/boulogne_infos.html), situado junto a un bosque similar al de la Casa de Campo de Madrid, a orillas del Sena. Este macrocamping, es muy conocido por buena parte de los caravanistas que viajan por Francia. El camping no tiene nada que ver con los anteriores que hemos visitado, es muy grande, está muy masificado y por tanto los servicios que presta son limitados. El coste diario ascendía a 41 euros. A pesar de tenerlo reservado y de que llegamos antes de las doce de la mañana, apenas quedaban plazas libres, nos concedieron una en la que con dificultad conseguimos colocar el coche y la caravana, pero sin poder extender toldos ni nada por el estilo. Cada plaza tiene su propia cadena que la delimita, el suelo es de gravilla, estábamos muy cerca del río y algo alejados de la carretera lo que nos evitaba ruidos nocturnos, la plaza estaba tan lejos de la recepción que tardábamos más de 10 minutos en llegar andando. Al estar tan masificado los baños estaban muy viejos y sucios, la limpieza se limitaba a esparcir polvos y pasar una manguera a presión, muchos de los baños eran letrinas y uno de los días no funcionó el agua caliente. El supermercado del camping era muy caro, a modo de ejemplo cuatro bananas más de cuatro euros, y una baguette 1’20 euros. En la propia recepción decidimos adquirir los billetes para los dos días que queríamos acudir a Eurodisney, pensábamos de esta forma evitar colas en la entrada, pero no sé si fue una buena idea, dado que allí no nos informaron sobre posibles ofertas que pudieran existir para reducir el coste de las entradas. En la misma puerta del camping, con una periodicidad de media hora, aparca un autobús que te lleva directamente a la parada de metro de Porte Maillot. Este autobús es muy utilizado por los campistas, funciona hasta la una de la mañana, algo importante teniendo en cuenta que algunas líneas de transporte público dejan de operar pasadas las 10’30. Existen bonos de viaje que se venden en la recepción al precio de 15 euros los diez viajes, hay que tener en cuenta que los niños menores de 5 años no pagan y que los menores de 11 sólo pagan la mitad.

    Íbamos a estar una semana en este camping por lo que el primer día decidimos comprar un bono de diez viajes. Una vez en el metro puedes elegir entre diferentes bonos para utilizar los transportes públicos parisinos, como nosotros llegamos un lunes elegimos la opción de la Carta Orange, que nos permitía movernos por metro, Rer y autobús durante siete días sin límite de uso, para acudir a Disney nos recomendaron comprar los billetes suplementarios del Rer aparte. Una vez que tienes la Carta Orange (o la Paris Visite, para los que elijan esta opción), ya no es necesario acudir al autobús del camping, dado que hay uno público (el 244) que te deja muy cerca y que también para en la puerta del metro Porte Maillot. En la recepción os informaran sin problemas sobre el lugar en donde se encuentran las paradas.

    No vamos a extendernos en los monumentos que vimos por París, recorrimos los lugares más típicos, pero siempre teniendo en cuenta que nos acompañaban nuestros hijos y que este tipo de ciudades son especialmente agotadoras.

    En cuanto a Disney os haremos algunas recomendaciones. El tren se coge en la estación Charles de Gaulle Etoile, a dos paradas de Porte Maillot. Hay indicaciones por la estación que te llevan hasta el anden del Rer A con destino Chessy que es el que se debe coger. En la publicidad hablan de que el tren tarda 35 minutos en llegar, pero en nuestro caso el tiempo se alargó en todas las ocasiones hasta cerca de una hora. Tenedlo en cuenta a la hora de organizaros. Nosotros el primer día nos quedamos hasta los fuegos artificiales de las 11 de la noche, por lo que al regresar tuvimos que pillar obligatoriamente el autobús del camping, llegamos casi a la 1’15 a la caravana.

    En Disney es fundamental que planifiquéis bien lo que queréis ver, es muy fácil que se te pase más tiempo del que deseas en colas y demás, por lo que una buena organización os ayudará bastante. Hay algunas atracciones que, por ser mayoritarias, utilizan un pase especial que se denomina Fast Pass, no lo tienen todas las atracciones pero en aquellas en las que está disponible no dudéis en utilizarlo y olvidaos de hacer las colas habituales, puede resultar desesperante emplear más de una hora haciendo una cola que con Fast Pass se reduciría a 5-10 minutos. Nosotros disfrutamos mucho con las atracciones de Buzz Lightyear, Autopía, Peter Pan, la montaña rusa de Frontierland y las figuras animadas de SmallWorld. No os perdáis las cabalgatas (una a las 19,15 y otra a las 22’30) ni el espectáculo de Tarzán. El primer día llegamos tan tarde y agotados que al día siguiente nos levantamos cerca de las 11 de la mañana, el segundo día no nos quedamos a la cabalgata nocturna y aún así llegamos al camping cerca de las once.

    Domingo 13 de Julio. Viaje hasta Blois.

    Más cansados de lo que desearíamos emprendimos nuestro viaje hacia la región del Loira, destino final de nuestras vacaciones. A unos 180 kilómetros de distancia, la primera mitad (hasta Tours) por autovía de peaje, se encuentra la localidad de Blois, alrededor de esta zona existen muchos camping. Este era el único destino que no teníamos reservado desde casa, aunque sí sabíamos el camping en el que nos íbamos a quedar, se trataba del Francisco 1º (http://www.camping-francois-1er.com) a unos dos kilómetros de Blois, en la rivera del impresionante río Loira. Llegamos a la una de la tarde y como los franceses tienen esos horarios, la recepción estaba cerrada hasta las tres, por lo que tuvimos que comer justo en una explanada que existe frente a la recepción. El camping no es nada del otro mundo, muy verde, parcelas muy grandes, baños correctos, la piscina es municipal pero gratuita para los campistas, nada masificado, plagado de conejos y muy tranquilo. El coste diario de la noche en el camping era de 16 euros, porque los niños no pagaban.

    Nuestro objetivo era visitar desde aquí los cuatro o cinco castillos más representativos, nos habían hablado del riesgo de saturación que puede llevar aventurarse por todos los castillos que abundan en la zona y decidimos ser precavidos. La misma tarde de nuestra llegada nos dimos un paseo por Blois, aparcamos nuestro coche en las cercanías del castillo. En la misma plaza de acceso se encuentra la oficina de turismo, la persona que nos atendió, en un correctísimo español, al preguntarnos por nuestro lugar de origen nos sorprendió diciéndonos que ella había estado trabajando durante un año en Badajoz dando clases de Francés en un instituto, tanto para ella como para nosotros fue muy emocionante hablar de Extremadura y también escuchar sus recomendaciones sobre el Loira. Como ya eran algo más de las siete de la tarde el castillo estaba cerrado, pudimos fotografiar la famosa escalera de Francisco I desde la puerta y recorrer su tienda de recuerdos antes de cerrar. Desde ahí comenzamos a descender hacia la parte baja de la ciudad. La primera sensación que teníamos no era muy favorable, sin embargo conforme la íbamos conociendo, caminando casi sin rumbo, te dabas cuenta de que estabas ante una ciudad fascinante, a veces esperas mucho de algo y te decepcionas, pero en otras ocasiones, como nos sucedió con Blois, esperas poco y acabas encantado. Esa noche, víspera del 14 de Julio, fiesta nacional francesa, habían organizado unos fuegos artificiales en uno de los puentes principales que atraviesan el Loira, sorprendentemente la fiesta comenzaba en horario español, es decir, a las once de la noche, así es que decidimos quedarnos (olvidándonos de las recomendaciones de nuestro camping que prohibían la entrada a partir de las 10 de la noche). La gente se agolpaba por las calles, como si esperasen un desfile, nosotros vimos aparcados a 10 o 12 vehículos de los bomberos, por lo que suponíamos que el espectáculo de fuegos artificiales iba a ser morrocotudo. En realidad era y no era así. Los franceses habían organizado un desfile con banda de música, policías y bomberos… al ritmo de la marsellesa vimos atravesar entre vítores a los policías municipales, las ambulancias y los coches de emergencia… ni siquiera si tiraban caramelos… un poco decepcionante, pero divertido. Los fuegos artificiales a los pies del Loira simplemente alucinantes.

    Lunes 14 de Julio. Castillos de Chambord y Amboise.

    Fiesta Nacional Francesa, todos los comercios cerrados, necesitamos hacer compras pero nos tenemos que aguantar con las pocas existencias que nos quedan. No lo había dicho antes, pero mi mujer se había planteado elaborar un menú sano y variado para cada uno de los días de Francia, y vaya si lo cumplió, sólo un día comimos en restaurante y apenas un par de ellos comimos de bocadillo.

    Nuestro primer castillo es el de Chambord, el más grande de todos los del Loira. Está a 15 kilómetros del camping, por buenas carreteras. Dejamos el coche en un parking de pago, pero gratuito si accedes al castillo.

    Nosotros estábamos habituados a ver castillos, en nuestra región hay varios, pero se trata de castillos medievales, en su gran mayoría defensivos, sin embargo los castillos franceses no son castillos edificados con la función fundamental de defenderse, sino que su función fundamental parece más bien la de demostrar lo poderosos que son sus moradores. Por eso, la primera imagen que te llevas del castillo es extraña, resulta impresionante, incluso excesivo. En el camino hacia el castillo hay algunas tiendas y las taquillas en donde comprar la entrada, vale la pena adquirir audioguías (las hay para adultos y también para niños) de esta forma se hace mas comprensible la forma de vida de las gentes que habitaron este castillo. Es demasiado grande para guiarte de otra forma. Ese día pudimos comer en el camping, acudir por la tarde a la piscina (ojo, que los bañadores deben ser de tipo slip, de lo contrario no te permiten pasar) y a media tarde desplazarnos hasta la localidad de Amboise. Aquí también hay castillo pero no pudimos verlo porque estaba cerrado, sin embargo recorriendo una larga calle que atraviesa el pueblo, pudimos llegar al castillo/museo de Clos Lucé, donde vivió sus últimos años Leonardo da Vinci, invitado por el omnipresente en toda la zona Francisco I. Se trata de un museo al aire libre, gratuito, en donde se pueden ver y experimentar con alguno de los inventos del genio italiano. Mis hijos se lo pasaron en grande, entre otras cosas porque entramos muy tarde, cuando ya no había nadie más que un grupo de personas que celebraban una fiesta en un restaurante interior, y pudimos verlo a nuestro antojo. A la salida la puerta estaba cerrada, pero no tuvimos problemas para abrirla y salir de allí. Aquella noche el espectáculo de fuegos artificiales para conmemorar su fiesta nacional se celebraba precisamente en Amboise, por lo que decidimos quedarnos a verlo en las orillas del Loira, junto a cientos de personas que no paraban de lanzar petardos y bengalas. El espectáculo fue inolvidable.

    Martes 15 de Julio. Castillo de Chenonceau.

    Hoy tocaba visitar a otro de los castillos más famosos de Francia el castillo de Chenonceau. Situado junto al pueblo del mismo nombre, pero acabado en x, a unos 50 kilómetros del camping, este es uno de los castillos más fotografiados y conocidos de todo el Loira. La historia de las sucesivas mujeres que lo fueron construyendo, agrandando y embelleciendo, sus intrigas y desprecios lo hacen todavía más interesante. El parking de la entrada es gratuito y polvoriento, hay un área de picnic justo al lado de los aparcamientos, aunque nosotros decidimos comer tranquilamente a la sombra de uno de los muchos árboles que pueblan sus kilométricos jardines. La visita es más breve que la de Chambord, el castillo es más pequeño (aunque las entradas son bastante caras, también pagaba mi hijo que tiene 8 años, algo que en Chambord no sucedía), a la entrada te entregan una guía escrita en papel que puede ser suficiente para llevarse una idea del mismo. Las vistas que sobre el río Cher se tienen desde las diferentes habitaciones son magníficas, sería un verdadero remanso de paz si no fuera por la ingente cantidad de turistas que lo recorren por todas partes. Tras la comida y unos suculentos helados que vendían en el castillo, nos dimos un divertido paseo en barca de una hora por las tranquilas aguas del Cher, atravesando el castillo por sus arcos. Una última visión desde los jardines sirvió de colofón a esta estupenda visita.

    Ya de regreso hicimos una breve parada en el castillo de Chaumont, lo habíamos visto desde la carretera y pensábamos echarle un vistazo aunque fuera sólo por los alrededores. Fue una verdadera sorpresa. Aparcamos el coche en el parking que se encuentra en la parte alta de la ciudad, y entramos por una puerta muy estrecha y no apta para estómagos cerveceros, siguiendo el ejemplo de otras personas que vimos. Era tarde, el acceso conducía directamente hasta la entrada del castillo que, por supuesto, a esas horas estaba cerrado. Pero eso no fue impedimento para contemplar el magnífico edificio, su puente levadizo, sus almenas… pero sobre todo sus jardines, perfectamente cuidados, conservados con mimo, con una gran variedad de flores. Aquel día, entre Chenonceau y los jardines de Chaumont, agotamos por completo la tarjeta de memoria de nuestra cámara de fotos.

    Miércoles 16 de Julio. Castillo de Cheverny.

    Hoy es nuestro último día de turismo. El destino se encuentra muy cerca del camping, apenas a 10 kilómetros, se trata del castillo de Cheverny. En la misma entrada hay un parking no muy grande y gratuito en donde dejamos el coche. Es curioso porque este castillo es distinto a los anteriores, se nota que no es un castillo construido por un Rey. Una enorme explanada de césped nos da la bienvenida. El coste de la entrada también es caro, mi hija pequeña no paga, pero mi hijo de ocho años paga una entrada reducida. Este fue uno de los primeros castillos que se abrieron al público a principios del siglo XX, permitiendo las visitas. Los actuales herederos, que lo recompraron tras perder su posesión en tiempos de la revolución, siguen haciendo uso de la propiedad, reservando las plantas superiores para su alojamiento privado. A la entrada te entregan una guía en papel en donde vienen bien explicadas cada una de las habitaciones, perfectamente decoradas, que se pueden contemplar en la visita. En alguna de ella se pueden ver fotografías de los actuales dueños, bastantes jóvenes por cierto, los cuadros, tapices y muebles que decoran las estancias son impresionantes.

    También pudimos comer en la zona de picnic que se encuentra en uno de los extremos de los inmensos jardines, rodeados de patos que no mostraban ningún temor en comer de la mano de los turistas.

    Nos llamó mucho la atención la excelente jauría de perros de caza que se encontraban en unas dependencias situadas cerca de la entrada del castillo. Eran más de 90 perros, la mayoría de la misma raza. Dicen que es un espectáculo contemplar el momento en el que se les alimenta, sobre las cinco de la tarde, para nosotros fue suficiente ver la obediencia con la se comportaron cuando el cuidador hizo su aparición en la perrera.

    Dado que la imagen del castillo fue utilizada en alguna de las aventuras de Tintín, el recinto también acoge una exposición del personaje creado por el dibujante belga Hergué.

    Como estábamos cerca del camping, la tarde la empleamos en realizar las últimas compras de recuerdos y comida francesa, y todavía tuvimos tiempo de acudir un ratito a la piscina del camping.

    Jueves 17 de Julio – Viernes 18 de Julio. Regreso a casa.

    En las dos anteriores ocasiones en las que habíamos realizados viajes largos en caravana, los últimos días estábamos ya algo cansados y con ciertas ganas de regresar a casa, sin embargo en Francia no nos pasó lo mismo, por nosotros hubiéramos seguido conociendo lugares, paisajes, costumbres y gentes de este magnífico país. Pero desgraciadamente debemos regresar a nuestra rutina diaria. Y nos aguardaban casi 1400 kilómetros de regreso.

    Como nos habíamos hecho unos expertos en eludir peajes, decidimos realizar el viaje hasta Burdeos sin pisar una autopista. Los primeros kilómetros, hasta llegar a Poitiers se hicieron bastante pesados, algunas ciudades se atraviesan bien pero hay otras, como Chaterellault, que son un verdadero tostón a base de rotondas. Desde Poitiers hasta Burdeos la carretera es magnífica, en su mayor parte autovía gratuita (Nacional 10). Rodear Burdeos es bastante estresante por culpa de la gran cantidad de camiones con los que te encuentras. Los últimos tramos hasta la frontera hay que hacerlos con peaje, casi no te queda otra opción. Nos llamó la atención que en España si que había indicadores en la carretera que marcaban Francia, pero desde Francia no había ni un solo indicador que marcara España, en los indicadores sólo aparecía el nombre de San Sebastián.

    Atravesamos el País Vasco, aprovechando para echar gasoil, iba a decir a precios más razonables, pero la verdad es que, tanto en un país como en otro, el precio ha dejado de ser razonable. Francamente agotados decidimos hacer una parada para dormir en un área de servicio de la autopista cercana a Burgos, hasta ese día jamás habíamos dormido fuera de un camping y dudo que volvamos a hacerlo, la sensación de inseguridad que sentimos durante toda la noche no nos gustó nada, lo mejor es que pudimos levantarnos pronto y llegar a Cáceres antes de la hora de comer.

    En total fueron 21 días y algo más de 4400 kilómetros Para la planificación del recorrido utilizamos los relatos que habían realizado muchos campistas que fueron antes que nosotros, gracias a ellos pudimos elegir, seleccionar y descartar destinos, y todo nos resultó más fácil de lo esperado. Nos hemos quedado con las ganas de disfrutar más de la zona de Bretaña, quizás cuatro días no fueron suficientes. Nuestros hijos se portaron como unos campeones, tal vez ya los tenemos acostumbrados a aguantar nuestro trote, pero entendemos que puede ser cansado para los más pequeños, aún así ellos han venido encantados y, sobre todo el mayor, con una gran mochila de experiencias nuevas.

    Esperamos que nuestro relato también os aporte algo de información para los que tengáis en mente realizar en algún momento un viaje por aquellas tierras.

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